Por la revista Lady Verd
El derroche de alimentos genera residuos, resulta caro y pone en evidencia de forma intolerable la desigualdad entre los seres humanos.
Después de la campaña llevada a cabo por el gobierno británico sobre el derroche de alimentos, el Observatorio de Consumo Sostenible de Bruselas acaba de lanzar otra campaña sobre el desperdicio, que muestra cómo ciertas costumbres comerciales de las grandes superficies favorecen el derroche que llevan a cabo muchas familias.
En total, mientras la alimentación representa un tercio del impacto ecológico imputable a cada ciudadano, se estima que un tercio de los alimentos producidos acaba por arrojarse a la basura sin ser consumidos. Esta estimación queda corroborada por un análisis de la basura llevado a cabo en Bruselas y que muestra que, en la capital belga, el derroche de alimentos alcanza los 15,2 kilogramos por habitante y año (aproximadamente un 12% de los residuos domésticos brutos) y a 6 kilogramos por alumno y año en los colegios de primaria.
Este derroche resulta caro: un hogar tira a la basura 175 euros de comida al año. Este despilfarro en muchas ocasiones es consecuencia de ciertas modificaciones del ámbito social, como la separación conyugal, la reorganización de la estructura familiar, el cambio de ritmo de vida, etc. En las cadenas de producción y de distribución, este derroche se debe a motivos comerciales, tales como la venta rápida de productos cuya fecha de caducidad apremia o a la mala conservación de los alimentos durante su transporte, etc.
Según afirma el Centro Belga de Investigación e Información de las Organizaciones de Consumidores (CRIOC), en los comercios, se ponen en práctica técnicas comerciales que animan a comprar de forma impulsiva: si el consumidor se deja llevar, existen muchas posibilidades de que realice una compra que sobrepase sus necesidades y de que, después, se arrepienta de haber comprado ciertos productos.
Los elaboradores también tienen su parte de responsabilidad, ya que fabrican productos con embalajes difíciles de vaciar completamente, productos disponibles sólo en grandes cantidades, productos envasados en cantidades que no se corresponden con las necesidades o embalajes que cierran mal.
Otras prácticas comerciales, tales como la venta a granel, pueden resultar positivas, ya que permiten al consumidor adquirir solamente la cantidad necesaria de un determinado producto. La disponibilidad de sacos isotérmicos en los congeladores y la impresión de las instrucciones de conservación en las etiquetas de los productos pueden servir como medida para evitar el despilfarro.
Según el CRIOC, planificar la compra el día anterior en casa y no dejarse llevar por las llamativas ofertas de productos o cantidades que no necesitamos sigue siendo la mejor herramienta para combatir el despilfarro alimentario.
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