12 de julio de 2011

ANATO: DE LA PINTURA CORPORAL AMAZÓNICA A LAS PALOMITAS

Vía Survival.

Esta planta de la jungla que da a muchos productos su tinte rojizo es un descubrimiento de los indígenas amazónicos, otro regalo más de los pueblos indígenas a toda la humanidad.


A primera vista, no es fácil encontrar una conexión obvia entre los indígenas aislados de la selva del noroeste de Brasil, quesos como el británico cheddar y el francés maroilles, la barra de labios roja y las palomitas.

Lo que los une a todos, sin embargo, es un árbol de flores rosas y hojas en forma de corazón conocido como “achiote”, autóctono de Sudamérica. El nombre viene de la palabra nahuatl “achiotl”, y también se lo conoce como “aploppas” o “urucu” en la lengua tupi.

Las semillas rosas del árbol, que se hallan en cápsulas espinosas, producen un pigmento que se conoce comúnmente como annato, y para el que los pueblos indígenas siempre han tenido numerosos usos. Se cree que los aztecas lo añadían al chocolate que sus sacerdotes bebían. Hoy en día, los tsáchila de Ecuador lo utilizan para teñirse el pelo de rojo y los zo’é de Brasil para pintarse el cuerpo. Muchas tribus lo emplean como tinte para tejidos y especia para cocinar.



Los indígenas sudamericanos también usan el annato con fines medicinales: como afrodisíaco y como digestivo, como protector solar y como repelente de insectos. Los curanderos de la Amazonia peruana, que emplean hierbas para sus remedios, exprimen el jugo de las hojas frescas para curar infecciones del ojo.

En los últimos años, el annato se ha convertido probablemente en el colorante alimenticio más importante del mundo, junto al caramelo. Cuando se machacan las semillas y se ponen en remojo, producen una pasta amarilla, anaranjada o roja, que crea el tinte amarillento del cheddar y el maroilles, el tinte naranja de las salsas para ensaladas y las palomitas, y el rojo intenso de las barras de labios. También sirve como sustituto del azafrán, y para tratar el exceso de colesterol, la calvicie y la hipertensión.

El annato es uno de los muchos regalos que los pueblos indígenas han dado a la humanidad, y prueba de su conocimiento enciclopédico sobre sus ecosistemas.

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